Esto del paro en España está poniendo neurótico, ansioso y delirante a casi todo el mundo. Nunca imaginé que venir de tan lejos a ejercer mi profesión iba a resultar una experiencia insólita. Insólita, porque si allá no hay trabajo, aquí parece que menos aún. Menos por el miedo de empresarios, menos por la condición de extranjera, menos por el sentimiento interno de valía que no permite aceptar cualquier empleo a tres meses de teleoperadora. Para eso mejor me quedo quieta y bendigo lo que tengo. Pero, qué tengo. Vamos a ver: en términos básicos sólo el pan de cada día, porque ninguna garantía, ninguna aportación seria al bienestar del futuro, ningún estímulo al intelecto, pero tengo mucho más que muchos otros. Con eso, con esa última frase, el cerebro empieza a agradecer en un ejercicio humilde de indignidad. Vaya vaivenes los del cerebro. Tal como el Príncipe de Asturias calificó el Paro: como una situación que golpea la dignidad, empiezo a ver lo que hay visible en las ofertas lab
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